Hoy el cielo era azul
como el de tus intimidantes ojos, las nubes tenían pinceladas anaranjadas y
rosáceas como tus mejillas y el sol brillaba tanto como tu sonrisa día a día.
A veces levantarte un lunes con un sonido desagradable de la
alarma se puede convertir en el mejor inicio de un día donde solo deberían
despertar los espectros.
Te levantas para comerte el mundo y empezar con fuerza la
semana. Tienes el café y las tostadas encima de la mesa, algo rutinario, pero a pesar de hacer cada mañana lo mismo decides cambiar el tramo que une tu casa al trabajo. Y gracias a ese nuevo trayecto, te
das cuenta de que no siempre tiene que ser tú día a día una simple y esperada
rutina. Que un nuevo paso es una nueva meta, y una nueva meta un nuevo logro,
todo ello te deparará la felicidad.
Si no eres tú porque estás obligado a actuar como los demás
quieren. O te miras al espejo y piensas que tu no quieres ese tipo de vida, que quieres ser feliz,
el resto te da igual si no te influye en ello. Si día tras día te haces la misma
pregunta [¿Es esto lo que quiero hacer si mañana me muero?], si la respuesta
es no, ya sabes la conclusión.